16 de abril de 2020

LENGUA (LECTURA: LAS BRUJAS DE Roald Dahl) DEL JUEVES 16 DE ABRIL

Hoy toca lectura de nuevo, os la pego aquí


Si habeis estado metidos en un tarro de mermelada y no os habéis enterado de la anterior lectura está aquí . Empezad por esa y cuando acabéis seguís aquí.

Si ya habeis leído esa aquí teneis la nueva entrega...







La Gran Bruja

Al día siguiente, vino a casa un hombre de traje negro, que llevaba un maletín, y mantuvo una larga conversación con mi abuela en el cuarto de estar. No me dejaron entrar mientras estuvo allí, pero cuando, al fin, se marchó, mi abuela se acercó a mí andando muy despacio y con una expresión muy triste.
—Ese hombre me ha leído el testamento de tu padre —dijo.
—¿Qué es un testamento? —le pregunté.
—Es una cosa que escribes antes de morir —dijo—. En él dices a quién dejas tu dinero y tus bienes. Y lo más importante de todo, dices quién debe cuidar a tu hijo, si el padre y la madre han muerto.
Me entró un pánico horrible.
—¿Decía que tú, abuela? —grité—. No tengo que irme con alguna otra persona, ¿verdad?
—No —dijo—. Tu padre no haría eso nunca. Me pide que cuide de ti mientras viva, pero también me pide que te lleve a tu propia casa en Inglaterra. Quiere que nos quedemos a vivir allí.
—Pero, ¿por qué? —dije—. ¿Por qué no podemos quedarnos en Noruega? ¡A ti te espantaría vivir en cualquier otro sitio! ¡Tú me lo has dicho!
—Sí, lo sé —dijo—. Pero hay un montón de complicaciones con el dinero y con la casa que no podrías entender. Además, el testamento decía que aunque toda tu familia es noruega, tú has nacido en Inglaterra y has empezado a educarte allí y él quiere que sigas yendo a colegios ingleses.
—¡Oh, abuela! —grité—. ¡Tú no quieres irte a vivir a nuestra casa de Inglaterra! ¡Yo sé que no!
—Claro que no —dijo—. Pero me temo que tengo que hacerlo. El testamento dice que tu madre opinaba lo mismo, y es importante respetar la voluntad de los padres.
No había escapatoria. Teníamos que irnos a Inglaterra y mi abuela empezó a hacer los preparativos en seguida.
—Tu próximo trimestre escolar empieza dentro de unos días —dijo—, así que no tenemos tiempo que perder.
La noche antes de salir para Inglaterra, mi abuela volvió a sacar su tema preferido.
—En Inglaterra no hay tantas brujas como en Noruega —dijo.
—Estoy seguro de que no me encontraré a ninguna —dije.
—Sinceramente espero que no —dijo—, porque esas brujas inglesas son las más crueles del mundo entero.
Mientras ella estaba allí sentada, fumando su maloliente puro y charlando, yo no dejaba de mirarle la mano a la que le faltaba el pulgar. No podía remediarlo. Me fascinaba y no paraba de preguntarme qué cosas espantosas le habrían sucedido aquella vez en que se encontró a una bruja.
Tenía que haber sido algo verdaderamente espeluznante y aterrador, porque, de lo contrario, me lo habría contado. Puede que la hubieran retorcido el pulgar hasta arrancárselo, O quizá le habían obligado a meter el dedo por el pitorro de una cafetera hirviendo hasta que se le coció. ¿O se lo arrancaron de la mano como se hace con una muela? No podía remediar el intentar adivinarlo.
—Dime qué hacen esas brujas inglesas, abuela.
—Bueno —dijo ella, chupando su apestoso puro—, su artimaña favorita es preparar unos polvos que convierten a un niño en algún bicho que todos los mayores odian.
—¿Qué clase de bicho, abuela?—Muchas veces es una babosa —dijo ella—. Una babosa es uno de sus preferidos. Entonces los mayores pisan a la babosa y la espachurran sin saber que es un niño.
—¡Eso es absolutamente bestial! —exclamé.
—También puede ser una pulga —dijo mi abuela—. Pueden convertirte en una pulga y, sin darse cuenta de lo que pasa, tu madre echaría insecticida y adiós.
—Me estás poniendo nervioso, abuela. Creo que no quiero volver a Inglaterra.
—Sé de brujas inglesas —continuó ella— que han convertido a niños en faisanes y luego los han soltado en el bosque justo el día antes de que empezara la temporada de caza del faisán.
—¡Aug! —dije—. ¿Y les matan?
—Claro que les matan. Y luego les quitan las plumas y los asan y se los comen para cenar.
Me imaginé a mí mismo convertido en faisán, volando desesperadamente por encima de los hombres con escopetas, girando y bajando, mientras las escopetas disparaban.
—Sí —dijo mi abuela—, a las brujas inglesas les encanta contemplar a los mayores cargándose a sus propios niños.
—De verdad que no quiero ir a Inglaterra, abuela.
—Claro que no. Ni yo tampoco. Pero no tenemos más remedio.
—¿Las brujas son diferentes en cada país? —pregunté.
—Completamente distintas —contestó—. Pero no sé mucho sobre las de otros países.
—¿Ni siquiera sabes sobre las de Estados Unidos?
—No mucho —contestó—. Aunque he oído decir que allí las brujas son capaces de hacer que los mayores se coman a sus propios hijos.
—¡Nunca! —grité—. ¡Oh, no, abuela! ¡Eso no puede ser cierto!
—Yo no sé si es cierto o no —dijo ella—. Sólo es un rumor que he oído.
—Pero, ¿cómo es posible que les hagan comerse a sus propios hijos? —pregunté.
—Convirtiéndolos en perritos calientes. Eso no debe ser demasiado difícil para una bruja lista.
—¿Todos, todos los países tienen sus brujas? —pregunté.
—En cualquier sitio donde haya gente, hay brujas —dijo mi abuela—. Hay una Sociedad Secreta de las Brujas en cada país.
—¿Y se conocen todas, abuela?—No. Una bruja sólo conoce a las brujas de su país. Está terminantemente prohibido comunicarse con las brujas extranjeras. Pero una bruja inglesa, por ejemplo, conoce a todas las demás brujas de Inglaterra. Todas son amigas. Se llaman por teléfono. Intercambian recetas
mortales. Dios sabe de qué más hablan. No quiero ni pensarlo.
Yo estaba sentado en el suelo, observando a mi abuela. Dejó el puro en el cenicero y cruzó las manos sobre su estómago.
—Una vez al año —continuó—, las brujas de cada país por separado celebran una reunión secreta. Se reúnen en un sitio para escuchar un discurso de La Gran Bruja del Mundo Entero.
—¿De quién —grité.
—Es la que las dirige a todas —dijo mi abuela—. Es todopoderosa. No tiene compasión. Todas las demás la tienen un pánico mortal. La ven sólo una vez al año en su Congreso Anual. Va allí a provocar emoción y entusiasmo y a dar órdenes. La Gran Bruja viaja de un país a otro para asistir a estos Congresos Anuales.
—¿Dónde tienen estas reuniones, abuela?
—Hay toda clase de rumores —contestó mi abuela—. He oído decir que reservan habitaciones en un hotel como cualquier otro grupo de mujeres que vayan a celebrar una reunión. También he oído decir que pasan cosas rarísimas en los hoteles donde se hospedan. Se rumorea que nunca duermen en las camas, que hay señales de quemaduras en las alfombras de las habitaciones,
que se encuentran sapos en las bañeras, y que en la cocina, el cocinero se encontró una vez a un cocodrilo pequeñito nadando en la olla de la sopa.
Mi abuela volvió a coger su puro y dio otra chupada, inhalando el asqueroso humo hasta el fondo de los pulmones.
—¿Dónde vive La Gran Bruja cuando está en casa? —pregunté.
—Nadie lo sabe —dijo—. Si lo supiéramos, podríamos desarraigarla y destruirla. Los brujófilos del mundo entero se han pasado la vida tratando de descubrir el cuartel general secreto de La Gran Bruja.
—¿Qué es un brujófilo, abuela?
—Una persona que estudia a las brujas y sabe mucho sobre ellas —dijo mi abuela.
—¿Tú eres una brujófila, abuela?
—Soy una brujófila retirada —dijo—. Ya soy demasiado vieja para estar en activo. Pero cuando era más joven, viajé por todo el mundo intentando seguir la pista de La Gran Bruja. Ni siquiera estuve cerca de conseguirlo.
—¿Es rica? —pregunté.
—Está nadando en dinero —dijo—. Corre el rumor de que tiene una máquina en su cuartel general exactamente igual a la máquina que usa el gobierno para imprimir los billetes que utilizamos.Después de todo, los billetes de banco sólo son pedazos de papel con dibujos y figuras especiales.
Cualquiera que tenga la máquina y el papel adecuados puede hacerlos. Yo me imagino que La Gran Bruja hace todo el dinero que quiere y se lo reparte a las brujas de todas partes.
—¿Y cómo hace el dinero extranjero? —pregunté.
—Esas máquinas pueden hacer hasta dinero chino si quieres —dijo ella—. Es sólo cuestión de apretar el botón indicado.
—Pero, abuela —dije—, si nadie ha visto a La Gran Bruja, ¿cómo puedes estar tan segura de que existe?
Mi abuela me lanzó una mirada muy seria.
—Nadie ha visto nunca al diablo —dijo—, pero sabemos que existe.


Ahora las preguntas para ver si habéis prestado atención:

(1) ¿Cúal es la artimaña preferida de las brujas inglesas?¿Por qué es especialmente terrible?

(2) ¿Qué tienen prohibido las brujas hacer?

(3) ¿Qué hacen las brujas una vez al año?

(4) ¿Qué es un brujófilo? 

(5) Piensa y explica con claridad: ¿Qué pasaría si todos tuvieramos una máquina de imprimir dinero?

3 comentarios:

  1. Juan Antonio16:22

    Me ha gustado mucho la lectura. Estoy esperando la siguiente parte.
    Un Saludo.

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    Respuestas
    1. Me alegro un montón Juan Antonio, es de mis libros favoritos así que genial que te guste a ti también. La próxima semana hay más lectura.

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  2. Hola me ha gustado mucho la lecura y estoy ansiosa por la segunda parte.Cuidaos mucho un saludo.

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